
Poemas del libro TIRANIA DEL HAMBRE. (2018) OSCAR SIERRA PANDOLFI.
LITERATURA HONDUREÑA

Inmigrante [IV]
Agonizante/andante en la proeza
de caminos entrecruzados.
Gesta de empobrecidos mundos,
atrapados en la red oscura del camino.
Paso tras paso fecunda el crucigrama
de la esperanza.
Ellos, caminan con sus mochilas cargadas
de sueños.
Sus hijos,
vástagos en la lumbre
de lo que nunca vendrá.
Atraviesan fronteras de líneas
con espinas de arena,
bajo la luna acortada
descansan en puentes esqueléticos,
transbordan el nunca volver a la osadía
de la tiranía del hambre.
Ya no se quiebra el espéculo del ansia
de existir en el salvajismo
de la promesa,
más se alarga la espesa niebla de seguir viviendo.
DICTADURA DEL HAMBRE [V]
Clavícula rota de lluvia.
Enjambre de basura nocturna.
Apagados soles eléctricos apabullados
en el candil de la tarde.
Cartones humedecidos,
rostros heridos
de miseria.
Despótica baraja
del destino jugando al póker.
Eterna cavidad de húmeros devorados,
por la mano trenzada de horror.
Hostil proemio de mendicidad
de una estrella podrida entre galaxias
de bocas sedientas,
y estómagos de alcancía perpetua.
Agujeros en el desbarate sensible
de una ofuscada luna
en los ojos
del crepúsculo,
donde ellos, duermen entre harapos
de banderas rotas.
Presume el hambre,
música aguzada en los oídos
de paredes derribadas.
Casas diabéticas,
paredones con tuberculosis,
y recuerdos de pobres con pulmonía.
Gime en diapasón el hambre testaruda,
decae en pies descalzos
y la delgada línea de la esperanza,
diminuta franquicia del dolor
en el vacío de los mendigos.
Los he visto cansados
con llagas en sus rodillas,
durmiéndose en los arrabales
de luces electrónicas,
en pesebres de pestilencias,
y en el murmullo de una tortilla endurecida
como escudo de caballero medievo.
LA VIDA EN LA CALLE [VI] (2017)
La vida tiene efecto de neumático viejo,
entre los portales de alcantarillas,
Donde el mito de [e]rratas,
sobreviven la estima de una quebrada
en el sopor de la pestilencia.
Madeja de hilos sostienen las hamacas
de las esperanzas.
Cementerio de automóviles bañados por el sol.
Se esconden con sus caras mugrientas,
en el tejido de una moneda tirada al azar.
Yataganes sobreviven en el graffiti del sustento.
Tatuajes de abortos tirados al barranco de la tarde,
la noche es el aullido de un feto
en pleno fervor parturiento.
La nave negra de la miseria irrumpe el llanto,
corren como liebres esquivas entre los obeliscos
con delfines de acero.
La vida se apaga entre el crucigrama
de periódicos en el aire,
y la cruz de una migaja
en plena oración del desencanto.
MISERIA (2018)
Holocausto de migajas vestidas
de cajas enfermizas de pizza.
Patraña en tragedia
de casas inclinadas
como la torre de pisa.
Sello de barra de coloquiales pelotas de trapo.
Tendederos multicolores,
hilos de cables eléctricos extendidos
en la espina dorsal de la esperanza.
Maniquís con seudónimo de canillita muerto
en la última noticia.
Espacios maxilares de sombríos
por la caries de poderosos hartazgos.
Ocio del viento,
El aire tiene tatuajes de filigranas,
y el hambre se viste de mandrake
para engañar a los recién/nacidos.
Desfila la muerte entre el augurio
de proxenetas en psicodélicas luces.
El sexo juega a los dados.
Se prostituye la noche.
Un tragamonedas fulmina
en zigzag la existencia.
Mientras, abajo
Las casas agonizan con sus microondas
de barro apagados,
y el esqueleto de un bocado a medio andar.
MERCADOS [VIII]
Galaxia entrometida de rebaños en griterío.
Hilera de flores,
tiraje de moneda.
Claxon en boca de marsupial.
Lupa cósmica ve pasar el tiempo
con especímenes y crustáceos.
Un pez en el aire es acuario de la suerte.
Esqueletos de risas entre multitudes,
se alargan los olores sobre ruedas.
La vía láctea se eleva al menú de la enésima.
Gime el candor del precio rupestre.
Se amontona el lipstick
y su falda de tricolores.
Caras de camaleones,
espaldas de cocodrilos.
Mujeres al tono del sopor.
Mientras al otro lado de la calle,
un taxista con cuello torcido
busca lo que no se le ha perdido.
corazón de niños de la calle [IX]
Tienen la magia de Houdini
para escapar de las rejas de la realidad.
Juegan con pelotas de trapo
al final de los atardeceres.
En sus ojos brillan dos luceros de metal
se visten de arlequines,
limpian los espejos de la lluvia,
a veces tienen ese color de payaso
en la solapa de los amaneceres.
En la próxima bajan,
su melena seca y caspa de viento,
presume tiempos con pelucas de trapeador,
pantalones remendados
en el hedor de la humedad .
Llevan la caja de pandora
del lustra/calzado,
perduran por siglos,
bajo la pértiga
de un semáforo vestido de monje.
Al anochecer,
tiran sus sueños en las manecillas
de un reloj oficiando condenas.
[x]
POBREZA
Panorama de fuego
bajo el tic/tac de la noche.
Luna creciente
en las subastas del mejor postor.
Ruindad de la mano cortada
en la manía de morir
bajo la luna maldita
de la desesperanza.
Certeza del vacío
en el enigma del bolsillo.
Cuenta bancaria
en la pesadilla de ventanas,
salario mínimo,
cuento de terror al amanecer
del canto del gallo.
Comer/cuando [ay]-
sublime carencia de rostros tóxicos
en el réquiem de la existencia.
Ancla persistente
en el océano de la miseria.
Dislate en tabernáculo
de orates con alforjas de nudillos y bocados.
Éxodo de pies descalzos y huellas inocentes,
en el pentagrama maldito de la acechanza.





Muestra literaria del escritor Juan Carlos Caffol, un poeta esencial en la literatura hondureña


