
CÓDIGO CUÁNTICO
RELATOGRAFOS
OSCAR SIERRA PANDOLFI
Un amén silencioso
El sol se derrite lentamente sobre la ciudad tras un reflujo naranja sangrante que tiñe los edificios de piel fúnebre. Siento la pesadez del tiempo acumulada en mis osamentas y un cansancio. A mi alrededor, la gente se apresura con sus caras adormecidas bajo el abanico de la duda y, sus ojos fijos extraviados en el horizonte del cosmos, que solamente ellos pueden ver. No sé qué es lo que me trae hasta aquí, a este espacio desierto, donde una estigia de piedra y bronce se alza como un espectro entre la superficie de juguetones hologramas gammas que se difuminan en la verticalidad de exoplanetas sin nombre. Un monumento a la memoria se desplaza sobre las vértebras de la historia robada. El pasado de astros muertos se diluye en la bruma del destiempo. La ciudad es una colmena cósmica de almas perdidas en un hormiguero de afanes, de sueños rotos y deseos ahogados.
Miro el cielo que forma el éxtasis surrealista de un lienzo salpicado de nubes que se desarman en el horizonte. Me siento extrañamente tranquilo, absorto en la contemplación, espectáculo repetido. Un silencio denso flota en un vacío que no exhorta al delirium tremens de lunas juguetonas. Las palabras me abandonaron hace millones de años luz. No hay palabras que puedan expresar este vacío de abismales agujeros negros. Esta soledad que se hunde en el corazón y se propaga como una peste negra. El lenguaje es un engaño de signos alfabéticos asesinos, el regodeo de un juego de apariencias que busca ocultar la fragilidad del no ser.
La frase irrumpe de poliédricos abejones de luces electromagnéticas se redundan en el pentagrama envejecido de mi mente y con la fuerza fotónica de un rayo astro dinámico: 'Que mi última palabra sea un amén'; un susurro de una boca fallecida que se desvanece en la neblina de la nébula espiral de un planeta gemelo llamado Gliese 667 Cc. Un amén de líneas laser se vierten entre pingüinos iónicos que navegan en las nubes subatómicas de un agujero de gusano que huye de la tortuga universal, y me confío a lo que suceder, a la vida de un acuario de moléculas danzarinas en el espectáculo de Orión, a la muerte de la enana amarilla por espinosos spin de hielo, a la inmensidad del universo de ángeles con tridentes pedernales que nos contiene con la tragedia griega de una galaxia que agoniza entre guerra de meteoros malvados que juegan a chocar en el rostro de arcoíris humanos. No busco respuestas absurdas en la hipotenusa de Platón en un punto de paz en el multiverso y en este mar de incertidumbres que se adhieren en enigmas de árboles de luces eclesiásticas en el trampolín del divino. Un punto donde la razón y la fe se unen en un abrazo silencioso, donde la fragilidad del ser se funde con la inmensidad del universo.
La noche avanza sobre eólicos instantes, me detuve entre paréntesis de hollines subatómicos sobre mi traje de astronauta y vi la alegría de flor del planeta gemelo del globo terráqueo llamado TOI 700 d, está devorando la luz del día entre relojes antiguos en un espiral de continuas aristas malévolas. Yo permanezco como estatua sideral, como un romboide con los ojos de fuego, aquí, en la sombra ese satélite de seres inanimados y con un amén silencioso en mis labios. Un amén a la vida, a la muerte, a la nada, a todo lo que es y lo que será.
El Fahrenheit del verso
La poesía es una supernova de las gramáticas siderales. Una epifanía en la última estación aeroespacial de un olvido furibundo, un rayo de luz eterna en la agonía de seres cósmicos vestidos de hologramas perversos. Antes, solamente había un vacío de afónico púlsar y un eco de silencio que se tragaba las palabras de protones con alas de mariposas marsupiales en el jazz de una marejada de estrellas heridas y las devoraba sin dejar dactiloscopia de mudéjares en la piel de la luna. Ahora, ellas se esparcen en la entelequia de mi mente y una multitud de ángeles desaliñados e inquietos claman por ser liberados de prisiones en la antimateria del tiempo fugaz.
Las palabras son cuchillos de una bola de fuego termonuclear. Afiladas ensillas subatómicas y frías constelaciones de recuerdos en la memoria corta de una luna marciana, desgarran el tejido de la realidad que se expande en los rocallosos satelitales, dejan huellas sangrantes en el alma de clérigos vagabundos con candelabros interplanetarios. Yo, que soy un exiliado de la lógica de planetas alineados en una noche veraniega terráquea, un vagabundo en el desierto de flores carnívoras en un bastón de clorofilas lésbicas y me refugio en la poesía, un oasis de sufrimiento y belleza.
Emplear palabras es tan cruel como quemar los ojos. Es un acto de masoquismo, un goce en la tortura. La verdad es un tormento, un dolor que se anida en el fondo de mi estómago, una nube de alquitrán que me ahoga con cada aliento.
Escribo, grito, susurro, lamen las heridas que la vida me ha infligido, pero cada palabra es un nuevo azote, una flagelación que me atrapa en la red de la conciencia.
Soy un escriba condenado a escribir lo que no debe ser escrito, un artista que pinta con la sangre de su propia alma. La poesía es mi destino, mi salvación y mi condena. En este laberinto de palabras que me devora, no hago más que aceptar mi suerte: la quemadura del verso.
La crueldad de las palabras
Las palabras llegan tarde. Siempre tarde. Llego a la habitación y lo veo. El vacío. La cama hecha, las sábanas tersas, una ausencia que se aferra a mis pulmones. Levanta un polvo que se alza al cielo bajo la luz oblicua del atardecer. En el espejo, la imagen de un hombre que agoniza en su propia piel. La mano me tiembla. Es una manomblor que no tiene origen en el cuerpo, sino en el alma. En el vacío que se ha instalado en mi pecho, ahí donde late la arteria cardiaca, ahora hay un abismo. Miro las palabras metamorfosis de catálisis indemnes escritas en el papel sideral de horóscopos eólicos, de prematuras elípticas lunas sinclinales a la orilla de un exoplaneta, mil veces magnánima en el renglón torcido de galaxias lejanas que erigen sintaxis de soles apagados; las leo en voz alta, y la voz me suena extraña, como si fuera la voz de otro. Las palabras me parecen tan ligeras sílabas de fuego, tan vanas arpas infinitas, tan inútiles abecedarios aplastados. Como si hablaran de un submundo que no existe en los subterráneos de mayúsculas frases tiradas a andar en la fonología perpetua de pasados somnolientos, un mundo hecho de sueños y de ilusiones.
La venida del señor y la pérdida de su batalla
Aeronáutica agricultura de epitafios vagabundos bajo el ajedrez-algas que juega al álgebra de alimentos alpinistas de una anatomía de anélidos anfibios de animales cósmicos en una antropología de estrellas adúlteras que se pierden en la apicultura arácnida de exoplanetas bebés que lloran sobre golpes de trimorfos árboles-arbustos de aritmética contra etéreas armas arqueológicas de sedentarios protones que gimen sobre arquitecturas subatómicas de agujeros negros que pelean artes marciales contra artrópodos tiempos cuánticos que guardan secretos hermafroditas en la caja de pandora de la astrofísica y la astrología ginecológica de asteroides homosexuales se pierden en los hipódromos de centelleantes mareas de polvo sideral y astronomía adivina el tarot de los planetas perdidos en el caballo de Troya de una galaxia espiral que agoniza en su pie de atletismo molecular donde el fuego de audiología recorre el automovilismo onírico de marsupiales sueños húmedos de aves vivíparas que juegan baloncesto sin pudor en la mesa de billar del multiverso y la madre-batería-rendija expande sus protones de cocina solar y la bebida de un cátcher divino juega béisbol al último homerun de la fe jupiteriana donde el protozoario de un sofisma se disfraza de biología antimateria en la neurona malévola del apocalipsis de abejones bioquímicos de bolos botánicos que se lanzan a la cuerda esofágica de la enana amarilla y el cacto cardiológico del tiempo pierde su carpintería de su mueblería estelar donde los labios leporinos de seres incautos mueren en la cerrajería colosal de artrópodos de iones malévolos donde la cetrería de infames signos epilépticos juegan al ciclismo eclesiástico en la ciencia ficción de un divino que esconde la cinegética presencia de las oraciones sin auriculares, y la cinología de muecas siderales fabrican una cirugía prostática a los planetas juguetones, que se pierden en la sinergia de constelaciones-ciudades de colores agrietados y el comercio de almas holográficas en las playas rocosas de la nébula espiral comunicación de espectrales gritos de una garganta cósmica extraviada en la materia oscura de constelaciones adversas, ibidem, la construcción maldita de angulares mares de fotones radioactivos para clonar la dorsal lumbar del sol-subyace la contabilidad mortífera del divino, contra arlequines lunares de hematófagos continentes de cosmética cosmología de inciensos lunares y la costura celestial de la apendicitis exorcizada de benévolos duendes del cristianismo subrayados en el Opus Dei de salvajes taurios venusianos, en la maldita cronología de crustáceos agónicos, y vi la cubertería cultura cósmica en la danza-deporte de aeronaves derribadas en las playas acuarios de Marte, bebí el agua del tiempo de los días de la semana estelar en calendarios antiguos de millones de cuantos, donde encontré selfi perfectas de dinosaurios que se disfrazaban de payasos con cuellos de ñandú drogados y vi el diseño omnímodo del divino predicando la ecología ufológica del final y la economía del apocalipsis destruyó las compuertas trasparentes de drones del Wall Street saturnino y la edafológica huella del todopoderoso tiró su última carta de póker a la educación de pastores corruptos con cara de ratas ancestrales para ser transportados al infierno sublunar y la electricidad de memoriosos recuerdos de humanoides con USB radioactivas destruyeron la new arch celestial, y una red electrónica de leviatanes dispararon sus elementos químicos de radianes diabólicos y surgieron las bio-enfermedades en la enológica respiración de los pulmones de Dios, surgió el asma de su poder debilitándose en la superflua enseñanza entomológica del anticristo, fue reducido al no ser en plena equitación, bajo el poder de una apoteósica escultura de Baal, y él esgrima de los pesares divinos; hizo su retirada de todopoderoso, pues fue abriendo el Pasaporte y permiso para que el pandemonio siguiera sometiéndonos a las estaciones estadísticas del pecado y la ética fabril de diabólicos placeres, daban el doble hit al Señor de señores, una tregua de volver o de retornar después de que su palabra se cumpla.
Apocalypses yesterday of the future now
La farmacología del cosmos y sus fantasmagóricos fármacos se transforman en el feminismo de lucíferas lunas dúplex de Saturno en un bemol de cánticos secretos de ciencia ficción. Él sabía que la filatelia de zoomórficos ángeles vendría con la posfilosofía de una salvación a postrimería, aunque fracasó en el viaje cósmico, después de recorrer varias galaxias próximas a la vía láctea. Le dije al mirarlo, con su rostro angelical: la conjura de una finanza anómala invadirá físicamente los hipódromos humanos terráqueos, y nadie impedirá la gran catástrofe distópica, le repetí austero con mi voz suave en la trompeta diminuta de mi garganta, y él con su uniforme de robótico astronauta, reseteó una media vuelta, y con una mirada fotónica, dijo entre voces: la fisiología de las flores herbívoras morirán, la lepidópteras dejaran de polinizar la vida en las angiospermas y las regiones geográficas del planetas azul, desaparecerá el ser humano, y el folclore de metálicos aparatos digitales se apoderarán de sus frágiles neuronas y su fonética estará encriptada en códigos cuánticos, la vida será una histórica fotografía de fraccionarios recuerdos destilados en el olvido perpetuo de enormes y nauseabundas pantallas plasmáticas, no habrá frutas con su pulpas deliciosas, ni frutos extraídos del vientre de la tierra, la podredumbre invadirá en tsunamis de dolor y muerte, me dijo con una mueca seca en el microondas de su pensamiento tridimensional.
Cuadro surrealista del multiverso
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Planetas que juegan al fútbol de causares desteñidos, ganadería de asteroides de un hollín de secretos superfluos, gastronomía de soles antiguos, genética de agujeros negros, gentilicios de una babysitter de lunas tiernas, geografía de megalaxias, geología de supernovas angulares en el amanecer terráqueo, geometría de protones ambiguos, gimnasia de dioses en la música del multiverso, glotónimos de heráldica perversa, herramientas asesinas de quartz incendiarios, hidrología de hierbas marcianas sepulturas, en la hípica de alfanuméricos apocalipsis, historia sin historieta de faunas estelares, hongos de iones sarcásticos, horticultura de huesos planetarios, ictiología de manos en la antimateria de sueños infinitos, imprenta de libros extraviados en el cerebro universal, industria de alcaravanes de corbata con cascos de astronautas cowboys, informática de la fe en la ingeniería de la salvación, insectos herbívoros, instrumentos de un paréntesis criminal, instrumentos musicales de una orquesta de exoplanetas siameses a la esfera azul, internet de antiguos pergaminos en un palacio de Júpiter, invertebrados insectos del islam, islas de rocallosas en una caricatura desdibujada, en el caracol de gases nobles eólicos en el cuerpo femenino de las lunas saturninas, judaísmo de ufólogos muertos, juegos perversos de enana heliocéntrica, juguetes entrecomillas del hipérbaton de meteoros tiernos, lexicografía del agujero de gusano con sus muecas de fuego electromagnético, lgbt de muñecas que viajan a las protogalaxias de alfabetos infinitos, lingüística de protozoarios arlequines de fuego.
La noche sin mapa
Es noche, la noche no tiene mapa. Me adentro en ella como un viajero que ignora su destino, empujado por una fuerza invisible que me arrastra lejos de la luz de las farolas, del débil reflejo de la luna en el asfalto mojado. Cada paso es una decisión que no tomó, cada nuevo giro un enigma sin respuesta.
El silencio, el silencio de la noche, me envuelve como un manto húmedo. El único sonido, el débil murmullo de mi respiración, se confunde con el viento que corre por las calles vacías, susurrando secretos que no puedo entender. Son las calles de mi infancia, pero ahora son desconocidas, la bruma de la memoria las ha borrado, dejando solo un vago recuerdo de su forma, de su olor a tierra húmeda.
En la oscuridad, las fachadas de los edificios semejan espectros sin ojos, sus ventanas son cuencas vacías que miran hacia el vacío. Los árboles, nudosos y enhiestos, proyectan sombras grotescas que danzan a mi alrededor, retorciéndose en una danza macabra que mi imaginación inventa. Camino entre ellos, perdido en un laberinto sin salida, rodeado de espectros y sombras que me acechan.
Siento una punzada de miedo, un escalofrío que recorre mi médula espinal. La noche me ha devuelto a mi propia soledad, al vacío de mis miedos. La noche sin mapa es una selva sin senderos, un mar sin brújula. No sé dónde me encuentro, no sé hacia dónde voy. Solo sé que la oscuridad me abraza, me consume, me vuelve uno con ella.
De pronto, un haz de luz. Un farol, como un faro en medio de la tormenta, ilumina un pedazo de la noche. Un hombre, un rostro ajado por la edad y por el cansancio, se detiene a mi lado. Me mira con una mirada indescifrable, llena de sabiduría y de resignación.
'No hay mapa para la noche', dice, su voz como un murmullo seco. 'Solo hay que seguir adelante, sin miedo, sin destino, en dirección al amanecer.'
Su voz se pierde en el viento, su figura se disuelve en la oscuridad. Y yo sigo caminando, sin mapa, sin saber dónde voy, pero con una certeza profunda: la noche, sin mapa, es un viaje que solo puedo hacer solo.
Canis
Lebreles (Canes Venatici): Constelación del hemisferio norte celeste de hipotenusas gaviotas de hielo, situada directamente debajo de la asta de la Osa Mayor con dirección a la nébula espiral y hacia la ternura de la constelación de Orión . [...]. Can Mayor (Perro Mayor):
Constelación ignota, discreta desde la Antigüedad, digamos, estrellas resplandecientes en las pupilas ahogadas del divino. [...]. Can Menor (Perro Menor), en otra esfera: ( Canis Minor). Mientras el canino ladraba, cambió de mirada hacia el cielo anublado, sabia a ciencia incierta, que los perros al ladrar el vacío, daban la idea, de que no pertenecen a este mundo.