
Los aportes narrativos de Froilán Turcios en Almas Trágicas. Por Oscar Sierra Pandolfi
LITERATURA HONDUREÑA02/05/2025

Los aportes narrativos de Froilán Turcios en Almas Trágicas
Del libro: Hologramas y espectros (2026)
Estudios literarios sobre literarura universal y hondureña.
«Almas trágicas», es una reliquia narrativa que no queda en la moda del presente, y traspasa los linderos del tiempo histórico; aunque haya quedado en el pasado, sustenta ser una obra literaria que se presta para enriquecidos análisis literarios. No tanto, por su virtud poética, y su trama romántica. A pesar de ello, algunos estudiosos la han ubicado en la novela modernista con tendencia a una sublime decadencia, porque el cisne había muerto. Froilán Turcios; fue un poeta y narrador destacado de principios del siglo XX.
Sumo lector de Edgar Allan Poe y de Maurice Maeterlinck. No solamente el sustento técnico narrativo que vendría del brío del realismo; de Balzac o del naturalismo de Flaubert. También lo esencial de Louis Stevenson. Particularmente, «Almas trágicas», novela corta e inquieta en el fondo lúgubre; alborozada de fuerza emocional; la eterna proeza lírica de Turcios, y el almibarado mundo psicológico que le imprimió a sus personajes; aunque decadentes en su fisionomía, y con ciertos pincelazos trágicos. Eso se evidencia en: «La lumbre angustiosa del crepúsculo agonizaba en el ocaso. Largas cintas lívidas cruzaban el horizonte, invadido por las primeras sombras de la noche. El silencio tendía sus grandes alas misteriosas...».
El mismo Goethe dice: «¿Qué es, después de todo, una novela sino un suceso inusitado?».
La novela «Almas trágicas»; independiente que tenga una ubicación genérica y contextual, sea modernista o romántica; lo importante es que la novela es la reconstrucción del ser y de una sucesión de acontecimientos que atenúan el espíritu de una época; en un determinado lugar, a través de la subjetividad. Aparte, del realismo o del descriptivismo que sea latente en los pliegues del texto y razonablemente; estamos ante la fábula de la venganza, del rencor, del fracaso, del hombre de finales del siglo XIX; que había asimilado algunos dotes del hombre renacentista, y que culminó lacerándose a través del “yo”. No me refiero a la roña que causa una historia como la que se relata de Julio; entre otros personajes agonistas que se confrontan en la representativa retórica de la novela misma. Donde lo íntimo, logra un escalón sublime en la tragedia y el alma se desborda; como un efecto de catarsis griega. Sabemos a cabalidad, que el caballo de troya de la trama, es visualizar el daño;la presencia del villano o la competencia del malvado a la luz del argumento o plot. Turcios, dentro de la novela como tal, logra profundizar en la psiquis humana; aunque el romanticismo europeo no sea espejo o el romanticismo hispanoamericano haya sido leve y débil: el tono y la esencia; se discurre en los subterráneos del texto.
Quizás Turcios, buscaba una estética que fuera más comedida con el fondo y que la forma; y discurriera en la poeticidad, lógicamente. Había aprehendido esa teoría de la poética aristotélica. Por otro lado, la esencia de los diálogos converge entre la novela que se había desarrollado en Europa; en siglos anteriores al romanticismo. Como ser «Pamela» de Richardson y la «Isla del Tesoro» de Louis Stevensson. En otras palabras, hay un largo aprendizaje de Turcios sobre la novela occidentalista. Un ejemplo de ello:
«—¡Julio!, oyó decir a su espalda, al mismo tiempo que dos brazos afectuosos le rodeaban el cuello. Al volverse, el joven se encontró con su madre, que mientras le acariciaba los cabellos desordenados, fijaba en él una mirada interrogadora y triste.
—Comprendo tu pena, murmuró ella, muy quedo. Estas enamorado de un imposible. Y bajando aún más la voz, deslizó un nombre en los oídos de Julio. »
Esto podría ser un estilo narrativo nuevo; la «novela moderna»; donde sus personajes sin dejar de ser sujetos literariamente funcionales, son presencia, son un valor en sí mismos; y porque se destacan por su dimensión: ontológica, axiológica y modal. Siempre se tiene que lograr algo; pelear por convicción y llegar al final ganando la batalla; el proceso de tarea narratológica circunscribe la trama en un conflicto de sobremanera humana; porque responden a esta visión humanística del hombre como sujeto de acción, de sentimiento y de pensamiento, según lo expresa María del Carmen Bobes Naves (1992).
Otro elemento técnico, en la novela de Turcios, que nos ocupa, es que la homogeneidad de un narrador que se asoma con la epidermis del autor, era propia de los modernistas; ya que buscaban fortalecer la identidad del autor y las líneas fronterizas entre: narrador, personaje y autor; se volvían ambiguas. Eso se nota en Turcios:
«Después de todo, quizá no eran ellas las culpables… Recordó que, hacía algunos años, su madre le contó todas las violencias que su abuela puso en práctica para obligarla a casarse con un hombre a quien no amaba. Recordó la historia de Alicia… No: las culpables no eran ellas. El amor es un sentimiento despótico, una fuerza dormida, que algún día tiene que despertar… Puede un hombre, por las intrigas o por el dinero, posesionarse de una mujer. Es suya, le pertenece».
«Almas trágicas» es una novela-folletín publicada en el Diario de Honduras; entre mayo y junio de 1900. Su primera novela fue «El Vampiro», donde el tema gira alrededor de la muerte; con un estilo modernista publicada en 1910. En el año 1911 publica otra famosa novela más breve, titulada: «El Fantasma Blanco».
«La corriente decadentista se caracterizó también como una estética en la que abundaban los colores oscuros, los paisajes invernales y melancólicos, relatos en donde suelen aparecer como únicos personajes un hombre y una mujer, pero en donde los principales contendientes son el amor y la muerte».
Como buen modernista, Fúnez expresa (2008); y estamos de acuerdo: «Turcios sitúa a todos sus personajes en ambientes cosmopolitas, con caracteres y gustos decididamente europeos. Pero no sólo se le debe a este escritor el haber introducido el relato cosmopolita en Honduras, sino que él fue el primero en incorporar el relato fantástico en la narrativa hondureña»; como puede observarse en «El caso de Ernesto» y «La novia de Ludovico». El interés de Turcios por la literatura fantástica lo llevaría a ser admirador de Edgar Allan Poe; uno de los grandes maestros del género. En «La risa de la muerte» resultan evidentes las huellas intertextuales del célebre relato de Poe: «La barrica de amontillado». Se me viene a la mente las posibles lecturas de Turcios, como pretexto y genotexto; la novela «El conde de Montecristo» de Alejandro Dumas, «La Isla de los Pingüinos» de Anatole France.
Aunque exista un realismo arrollador, el poeta Turcios dio mano al preciosismo de los poetas franceses: Baudelaire, Verlaine y Rimbaud; e influencia que se marcaría en su poética, y que la introdujo en la narrativa. Por ello, diríamos que se trata de una narrativa que domina lo lírico o lo lírico que predomina en lo narrativo. En tal sentido, las lecturas de todo autor, de dicha época; se mixtificaban de diversas fuentes; donde bebían a profundidad, para marcar el hito de sus actos creativos. Por otro lado, la novela folletín, que fue una moda francesa; propiamente era publicada por encargo o era resultado de la aparición de un nuevo ser humano: intelectivo y educado; así lo asevera el talentoso investigador Ángel Rama; cuando se refiere al modernismo en «La ciudad letrada» (1984).
No solamente por el realismo; no en el sentido literario, sino en la captación ontológica del ser y el traspaso de la sensibilidad a las cosas inmediatas. Eso lo viven y lo sufren sus personajes, sean mujeres u hombres. Traspasa la condena del hombre racional hacia el iratioalis, el homo ludens fantasioso asume la perspectiva de su acto creativo y no asume solamente contar una historia de principio a final; sino que trasluce el ciframiento de hondas significaciones espirituales que persiguen al ser humano; nos recuerda a la filosofía empirista de Locke y a Descartes: sostiene que: «el alma no es una tabla rasa, sino que las ideas y las verdades son innatas y se manifiestan como inclinaciones, disposiciones, hábitos y potencialidades naturales y no como acciones» [Nouveaux Essais, Preface, GP V: 45].
Por ello, Julio, Luciano y Alicia, como construcciones ficticias, no se escabullen del sufrimiento; que es resultado del contra choque que existe entre la razón y la subjetividad emanada de la emoción, y esto acentúa la implosión humana: el acto de las pasiones, vemos el arte manifestado metafísicamente. «En el caso de los seres vivos esa mónada central dotada de “apercepción” viene a ser el alma, y en el caso de los humanos, es el espíritu; la capacidad de representar es lo que diferencia a las almas, con la particularidad de que los espíritus; además de representar el universo son capaces de representar a Dios; mientras que el resto, sólo son capaces de representar el universo. Representar el universo y a Dios». Por esto, definimos a la novela, que congenia con todas las partituras de novelas que existan en el pasado; en la época en que Turcios escribió dicha narrativa; hasta posteriormente, y cobre vigencia o no; la novela como tal; es un drama, una tragedia, un golpe funesto; que el autor dispuso para emerger mundos ataviados en la personalidad de las pasiones; donde el goce y el sufrimiento, muestran sus dotes enérgicos. A pesar, que la novela, logra una extensión adecuada para asumir que se trata de un trabajo bien elaborado en el sentido semántico. Por el otro lado, pues, los aciertos y desaciertos quedan como materia prima para otra oportunidad. Es un honor tomar la iniciativa de publicar para fines educativos esta novela; que es un escalón en la narrativa hondureña desde el punto de vista de nuestra conciencia histórica; pues, queda abierta la compuerta para recorrer las riberas existenciales de sus personajes que afloran todo el peso de la poeticidad; el voltaje de la tragedia y la cadencia fortuita de las pasiones. Por ello, su estética no adolece de manejo del lenguaje poético y virtud que desarrolla en el cuento modernista.
«En los últimos meses, la belleza había sufrido un cambio brusco. Estaba más delgada, más pálida. Sus ojos se entristecieron y un cansancio continuo la hacía languidecer a cada instante. A medida que se acercaba el término de su embarazo, su salud y sus gracias se extinguían; su tez se marchitaba, y sus manos parecían dos diáfanos marfiles…»
Al final, nos remitimos a lo que expresaba Leibniz, que va a proponer un sistema en el que se recupera la finalidad, y la noción de substancia, y ello: la novela encierra esa substancia, la de la muerte, y la de la vida. Por ello: «la realidad responde a un proyecto divino, al mejor de los posibles que, aunque en su estructura responda también a las leyes de la física, su explicación transciende estas leyes y remiten a una inteligencia creadora y sabia, que ha elegido lo mejor».


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